Carta Pastoral de la CEDES – Beato Mons. Romero

CARTA PASTORAL DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE EL SALVADOR BEATO MONSEÑORÓSCAR ROMERO, PASTOR Y MARTIR

I n t r o d u c c I ón

A nuestros amados sacerdotes, religiosos, reli- giosas y fieles laicos. “que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes”

1 Queremos ser pastores solidarios con nues- tro pueblo. Un pueblo que, a pesar de las muchas y prolongadas tribulaciones, no pierde la esperanza.

Un nuevo amanecer se levanta desde el oriente para todo El Salvador. Un hermano nuestro en el Episcopado, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, siguiendo las huellas de Jesús, ha revalidado con la Palabra de Dios vivida, predicada y testimo- niada hasta el martirio, la solidaridad de Cristo Crucificado con la humanidad.

Hemos recibido, hermanos, una buena noticia: el papa Francisco ha declarado Beato a Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez.

2. En la Carta Apostólica que nos trajo esta bue- na noticia, el Papa saluda a Monseñor Romero como modelo de Obispo y mártir, Pastor según el Corazón de Cristo, Evangelizador, Padre de los po- bres y Testigo heroico del Reino de Dios.

Como señala el decreto firmado por el Papa Francisco el tres de febrero del presente año, Monseñor Romero fue asesinado por odio a la fe. Nadie odia la fe cuando la fe es un mero conjun- to de verdades enunciadas por escrito o rezadas rutinariamente. Pero, cuando la fe se vuelve amor de compromiso y entrega a Cristo por la causa del Evangelio para salvar al mundo del pecado, enton- ces suscita resquemores y odios. Romero no fue un simple maestro de la fe, sino un pastor con olor a ovejas; un pastor que dio su vida por sus ovejas concientemente, como lo escribe en sus apuntes es- pirituales del último retiro:

“Así comento mi consagración al Corazón de Jeús, que fue siempre fuente de inspiración y alegría cris- tiana en mi vida. Así también pongo bajo su provi- dencia amorosa toda mi vida y acepto con fe en él mi muerte, por más difícil que sea. Ni quiero darle una intención como lo quisiera, por la paz de mi país y por el florecimiento de nuestra Iglesia porque el Corazón de Cristo sabrá darle el destino que quiera.

Me basta para estar feliz y confiado saber con seguridad que en él está mi vida y mi muerte, que, a pe- sar de mis pecados, en él he puesto mi confianza y no quedaré confundido; y otros proseguirán con más sabiduría y santidad los trabajos de la Iglesia y de la Patria” (Ejercicios Espirituales, febrero de 1980).

En este texto sobrecogedor, escrito por quien en el mismo cuaderno habla de que el Nuncio de Costa Rica le avisó de peligro de muerte “para esta semana”, podemos asomarnos al alma de Monseñor Romero, quien fue ante todo sacerdote, como lo muestra claramente la obra escrita por Monseñor Delgado “Así tenía que morir: ¡Sacerdote! Porque así vivió Mons. Oscar A. Romero” (Ediciones de la ar- quidiócesis de San Salvador, 2010). Este libro, que re- comendamos vivamente, se inspira sobre todo en los apuntes espirituales del nuevo beato y en su diario de estudiante en Roma entre los años 1937 y 1943.

3. En la espiritualidad de Monseñor Romero des- taca su profunda devoción al Sagrado Corazón de Jesús y su amor filial a María, especialmente bajo la advocación de Reina de la Paz.

Pastor según el Corazón de Cristo, desde su juventud, el Beato Romero aprendió a amar al Corazón de Jesús con un amor oblativo y de reparación. En sus apuntes espirituales de juventud re- pite varias veces que prefiere mil veces antes morir que ser tibio. Él quiso en efecto, que toda su vida fuera una entrega total a Jesucristo enfocada en su lema episcopal “sentir con la Iglesia”, lema que he- mos recordado en el proceso de preparación a su beatificación y que hemos destacado en la decora- ción del magnífico templete en el que tendrá lugar la inolvidable ceremonia del sábado 23 de mayo.

4. El Beato Oscar Romero fue formado en la es- cuela espiritual de los Padres Jesuitas, según la an- tigua tradición eclesiástica emanada del Concilio de Trento. De aquí aprendió la verticalidad de la fe, que busca ante todo la comunión con Dios en la oración y en la contemplación. Llegado el Concilio Vaticano II, sin dejar de ser hombre de Dios, aprendió a adentrarse en las realidades y valores de este mundo, para caminar con el hombre y despertar en él la esperanza de un mundo mejor y construir “la civilización del amor” proclamada por el Papa Pablo VI, a quien Monseñor Romero guardó siem- pre una estima y amor ejemplares. Prueba de ello es que para el retiro de preparación a su ordenación episcopal, en 1970, tomó como guía la encíclicia in- augural del Papa Montini “Ecclesiam Suam”, que es un texto programático en el que se invita a toda la Iglesia a examinarse a sí misma viéndose en el espejo de Jesucristo, a renovarse y a entrar en diálogo con el mundo para comunicarle la salvación que nos trajo nuestro Divino Salvador.

5. Padre de los pobres, nuestro amado hermano sació con la Palabra de Dios el hambre de Dios de sus hermanos y hermanas confiados a su cuidado pastoral, pero sobre todo a quienes, como señala el Papa Francisco, se encuentran en las pe- riferias geográficas y existenciales de nuestro mun- do. De esta forma de ser pastor surgó espontánea- mente una pastoral inspirada en la opción prefe- rencial por los pobres, tal como la enseña Jesucristo en el evangelio y tal como la proclamó el Papa Juan x x I I I al decir que la “Iglesia quiere ser la Iglesia de todos, pero sobre todo la Iglesia de los pobres”. Esta visión, propuesta en los documentos del Concilio Vaticano Segundo, inspira las directrices que emanan de los documentos pastorales de la Iglesia en América Latina, especialmente los de Medellín y de Puebla, documentos en los que los Obispos del Continente de la esperanza aplican a la realidad de América Latina y el Caribe las enseñanzas conciliares.

6. Monseñor Romero fue maestro consumado que supo transformar el odio del hombre en el amor de Cristo. Sus homilías tenían como principal inspiración la Palabra de Dios. En junio de l977, durante su primer año de servicio pastoral al frente de la arquidiócesis de San Salvador, dijo: “Seremos firmes en defender nuestros derechos, pero con un gran amor en el corazón, porque al defender así, con amor, es- tamos buscando la conversión de los pecadores. ¡Esa es la venganza del cristiano” (Homilía del 19 de junio de l977).

7. Al mismo tiempo, sus homilías nos deja- ron ver la fuente de donde la Palabra predicada por él sacaba su fuerza de conversión, es decir, su fidelidad a Cristo, su amor al hombre y su infatigable adhesión a la Iglesia. La fuerza de la Palabra de Dios salida de los labios del Beato Romero, era, segun leemos en Isaías: “Como la lluvia y la nieve caen del cielo, y sólo vuelven allí después de haber empapado la tierra, de haberla he- cho germinar así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía” (Is 5, 10-11). Al infatigable sembrador de la palabra, se aplican también a él las palabras de Jesús: “Lo sembrado en tierra buena se parece a aquellos que oyen el mensaje, lo acogen y dan fruto: unos treinta, otros sesenta y otros ciento” (Mc 4, 20). Esta palabra predicada fue acompaña- da del signo más grande que puede dar un pas- tor, cuando entregó la vida derramando su san- gre como Jesús.

Romero Pastor y Mártir

8. No fueron muchos los años que Monseñor Romero pastoreó la Arquidiócesis de San Salvador, pero fueron suficientes para que Jesús, nuestro Divino Salvador, nos haya mostrado en su testimonio el camino del compromiso con el Evangelio al servicio de todos los hombres y mu- jeres de este mundo, sin pactar con el mundo. “Como ustedes no son del mundo, sino que los elegí sacándolos del mundo, por eso el mundo los odia. Si a mí me han perseguido, también a ustedes les persegui- rán” ( Juan 15, 19-20)

Días antes de su muerte, el Beato Oscar Romero ya había ofrecido su sangre por aquellos que le quitarían la vida. Ellos querían apartarlo del pastoreo de la Arquidiócesis, pero sólo logra- ron que se quedara vivo con nosotros para siem- pre; porque nosotros, los que permanecemos en este mundo seguiremos sus pasos y sembraremos en los surcos pastorales que él abrió. Viviremos su martirio en el cumplimiento exacto y diario de nuestro ser cristiano y de nuestra responsabilidad pastoral. Deseamos vivamente que en él se cum- plan las conocidas palabras: “La sangre de mártires es semilla de cristianos”.

9. Ahora que la Iglesia proclama Beato a Monseñor Romero, queremos comprometernos solemnemente a llevar adelante el pastoreo que él inició con audacia (“parresía”) y que selló con su sangre. El Beato Oscar Romero nos motiva a todos los católicos salvadoreños a emprender un nuevo modo de vivir y de dar testi- monio de nuestra fe en Cristo. Los pastores en espe- cial encontramos en él un llamado a asumir nuestra responsabilidad evangelizadora con sentido de pastor y entrega de mártir. En esta línea deseamos compar- tir con ustedes las siguientes reflexiones y orientacio- nes de esta carta pastoral.

PARTE PRIMERA

El itinerario de la santidad de Monseñor Romero

10. Para conocer el alma de Monseñor Romero tenemos, además de sus cuadernos espirituales, dos instrumentos excepcionales: sus apuntes personales tomados mientras era estudiante de teología en Roma; y su Diario, que recoge los dos últimos años de su ministerio como cuarto arzobispo de San Salvador. Una característica notable de su espiritualidad es su acendrada devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que tiene como una característica central el espíritu de oblación.

11. El 1 de enero de 1940, el joven Romero escribía “Este año haré la gran entrega a Dios. Dios mío, ayúdame, prepárame. Tú eres todo, yo soy nada y, sin embargo, tu amor quiere que yo sea mucho. ¡Ánimo! Con tu Todo y con mi nada haremos ese mucho” ( Delgado, J.,Así tenía de morir. pág 171)

Al calor del amor del Sagrado Corazón nacen también en el Beato los deseos de santidad y martirio.

El 2 de febrero de ese mismo año escribía: “Cómo arden los corazones cuando sopla el fuego del amor del Sagrado Corazón. Pide para que sea santo, puro, fuerte, viril; ten una gran confianza con tu Obispo y ámalo” (Ibid. pág. 173)

La mañana del jueves 29 de febrero visitaba las catacumbas de San Calixto. En esta ocasión escribe: “Era una mañana primaveral: el aire puro, el cielo azul. Y aquellos cipreses se elevaban al cielo como suspiros de esperanza hacia lo infinito. Hermosa imagen de la Iglesia. Sus raíces profundas están allí, en tierra de catacumbas, y se ha elevado altiva, vestida de esperanza y de inmortalidad Estuvimos idos en la capilla de Santa Cecilia: larga oración pidiendo fortaleza para todos. Aquellas lamparitas que alumbran la tumba de la mártir nos hablan de la fortaleza de las que pidieron la gracia del martirio” (Ibid. pág 176).

12. Jesucristo es la fuente de donde el Beato Romero bebió el amor que guió su vida personal, y la luz que iluminó el camino del servicio pastoral que prestó a la Iglesia. La “parresía”, la audacia de la fe que le llevó hasta el martirio, el supremo gesto de amor que un hombre o una mujer pueden hacer por Dios y por el pueblo santo.

De su devoción a Jesucristo Eucaristía encontramos en Su Diario su profunda afección a la Hora Santa,cada primer día de mes, en la capilla del Hospital La Divina Providencia. Por ejemplo, cuando expresa un comentario muy íntimo: “Volví a predicar después de dos días de reposo de la garganta y me complace haber dedicado a la Hora Santa Eucarística, en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, el servicio de mi voz” (Su Diario, 1 de junio de 1978). Esa capilla, en cuyo altar derramó su sangre, fue testigo mudo del profundo espíritu de adoración de Monseñor Romero y de cómo, en momentos particularmente difíciles, él acudía a pedir luces y fortaleza para cumplir su misión de pastor. Lo mismo se pudo ver mientras ejercía su ministerio sacerdotal en la diócesis de San Miguel.

13. Otra característica de su espiritualidad era su tierno amor a la Santísima Virgen María. De eso puede dar fe sobre todo el pueblo migueleño, testigo excepcional de cómo el Padre Romero difundió por todo oriente la devoción a Nuestra Señora de la Paz. Un signo destacado de ese amor mariano fue todo el esfuerzo que realizó hasta que consiguió que el Papa Pablo VI declarara a la Virgen de la Paz, patrona de El Salvador.

14. Una cuarta característica de su espiritualidad era su inconmovible amor a la Iglesia y al Papa. A este propósito leemos en su Diario, comentando su visita a la basílica de San Pedro: “Junto a la tumba del primer papa he orado intensamente por la unidad de la Iglesia, por el Papa, por los obispos y por toda la Iglesia universal, especialmente por nuestra arquidiócesis, encomendándole a San Pedro los intereses de nuestra Iglesia y el éxito de este diálogo con la Santa Sede” (Su Diario, 17 de junio de 1978).

Al día siguiente visita la basílica de San Pablo. Estos son los sentimientos que llenan su corazón: “De rodillas junto a la tumba del apóstol de los gentiles, del gran San Pablo, en aquel ambiente de oración, casi de cielo, he sentido revivir en mi memoria, en mi corazón, en mi amor, todas aquellas emociones de mis tiempos de estudiante, y ya de sacerdote, mis visitas a Roma, siempre han sido mis oraciones ante estas tumbas de los apóstole, inspiración y fortaleza, sobre todo, esta tarde en que siento que mi visita no es una simple visita de piedad privada, sino que en el cumplimiento de mi visita Ad Limina traigo conmigo todos los intereses, preocupaciones, problemas, esperanzas, proyectos, angustias, de todos mis sacerdotes, comunidades religiosas, parroquias, comunidades de base, es decir, de toda la arquidiócesis que viene conmigo a postrarse, como ayer ante la tumba de San Pedro, hoy, ante la tumba de San Pablo” (Su Diario, 18 de junio de 1978).

15. Es fácil concluir, de todo lo dicho, qué hay en el fondo de su lema episcopal “Sentir con la Iglesia”,que en su espiritualidad también implicaba, como se ha dicho con frecuencia, “sentir con el pueblo”. El Papa Francisco nos ha enseñado que el pastor debe estar atento a la palabra de Dios, pero que al mismo tiempo debe “tener un oído puesto en el pueblo”.

Una hermosa síntesis de cómo se conjuga en Monseñor Romero esta doble fidelidad la encontramos cuando explica qué significa para él ser pastor de un pueblo: “Para que vean cuál es mi oficio y cómo lo estoy cumpliendo: estudio la palabra de Dios que se va a leer el domingo; miro a mi alrededor, a mi pueblo; lo ilumino con esta palabra y saco una síntetsis para podérsela transmitir; y hacerlo, a este pueblo, luz del mundo, para que se deje guiar por los criterios, no de las idolatrías de la tierra. Y por eso, naturalmente, que los ídolos de la tierra y los idólatras de la tierra, sienten un estorbo en esta palabra y les interesaría mucho que la destituyeran, que la callaran, que la mataran. Sueda lo que Dios quiera, pero su palabra “decía San Pablo- no está amarrada. Habrá profetas, sacerdotes o laicos “ya los hay abundantemente- que van comprendiendo lo que Dios quiere por su palabra y para nuestro pueblo” (Homilía del 20 de agosto de 1978).

PARTE SEGUNDA

La teología del Pastor

16. Muchos han hablado de la memoria prodigiosa de Monseñor Romero, quien repetía párrafos completos de los discursos del Papa o de otros documentos eclesiales después de leerlos atentamente. También es propio de él buscar documentos seguros en los cuales cimentar su doctrina. Aquí se inspira para redactar sus dos cartas pastorales programáticas: “El Espíritu Santo en la Iglesia”, escrita de su puño y letra cuando era obispo de Santiago de María; y, sobre todo, esa pequeña obra maestra que es la carta pastoral “La Iglesia de la Pascua”.

Es fácil discernir su idea de Iglesia y su concepto de liberación cristiana a la luz de estos textos fundamentales que siempre tuvo como punto de referencia. En el primero la fuente es la doctrina del Espíritu Santo que nos propone el Concilio Vaticano Segundo; y en “La Iglesia de la Pascua” es, sin duda ninguna, la exhortación postsinodal “Evangelii Nuntiandi”.

17. Sorprende, en este sentido, la homilía pronunciada por nuestro hermano en el episcopado en la misa exequial del Padre Rutilio Grande. Allí comenta de manera magistral los tres criterios que propone el beato Pablo VI para distinguir los verdaderos liberadores:

“La Iglesia ofrece esta lucha liberadora del mundo, hombres liberadores, pero a los cuales les da una inspiración de fe, una doctrina social que está a la base de su prudencia y de su existencia para traducirse en compromisos concretos y, sobre todo, una motivación de amor, de amor fraterno” (Homilía en los funerales del P. Grande).

En otro momento de esta pieza magistral de oratoria sagrada, Monseñor Romero expresa con claridad que el punto de partida para todo buen pastor es la fe, como “iluminación que hace distinguir cualquier liberación de tipo político, económico, terrenal que no pasa más allá de ideologías, de intereses y de cosas que se quedan en la tierra”. El Sacerdote está llamado a predicar y promover una “liberación que arranca del arrepentimiento del pecado, que se apoya en Cristo la única fuerza liberadora, y que termina en la felicidad” (ibid).

18. Otro tema de la carta magna de la evangelización que el beato Oscar Romero asume con singular profundidad es el proyecto del amado pontífice sobre “la civilización del amor”. Con estos dos conceptos pudo sortear con éxito todas las dificultades nacidas de las distintas formas de ideologización.

Lo anterior se confirmó en la rica experiencia que él vivió durante la Tercera Conferencia General de los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla en 1979, donde conoció al joven pontífice San Juan Pablo II.

19. Con esta base tan sólida y se abrió con prudencia y audacia a los nuevos caminos que la Iglesia debía recorrer para que la fe tuviera incidencia en la historia, de modo que el Evangelio fuera realmente, en la dramática realidad salvadoreña, luz, sal y fermento. Por eso pudo ser tan concreto y tan categórico al analizar cada semana la coyuntura del país en los campos político, económico y social. Ahora que la oficina de canonización nos ofrece en dos discos compactos todas las homilías dominicales del cuarto arzobispo de San Salvador, nadie tiene excusa para decir que nuestro profeta y mártir fue un agitador o un activista político. Les invitamos a sumergirse con humildad y honestidad en la fuente fresca de sus enseñanzas, tan penetradas de palabra de Dios, hecha vida en la oración y la contemplación, y de la luz de la enseñanza social de la Iglesia.

20. Volvemos a la misa exequial de su gran amigo, el Padre Rutilio, y nos dejamos estimular por su llamado de pastor que habla a sus principales colaboradores:

“Queridos hermanos sacerdotes… no nos desunamos con ideologías avanzadamente peligrosas, con ideologías inspiradas no en la fe, ni en el evangelio Nosotros sabemos que hay una iluminación de fe que nos va conduciendo por caminos muy distintos de otras ideologías que no son de la Iglesia, para sembrar lo tercero que la Iglesia ofrece: una motivación de amor”(ibid).

No es fácil permanecer sereno cuando se tienen delante de los ojos los cuerpos acribillados de un sacerdote, un anciano y un joven, porque la tentación de responder a la violencia con violencia se insinúa con insistencia. Monseñor Romero lo intuyó y quiso cortar por lo sano: “Aquí no debe palpitar ningún sentimiento de venganza; aquí no grita un revanchismo los intereses de Dios nos mandan amarlo a Él sobre todas las cosas y amar a los otros como a nosotros mismos”. Este amor va de la mano con las exigencias de la justicia. Porque como decía en esa misma ocasión: “en la motivación del amor no puede estar ausente la justicia. Pues, no puede haber paz y verdadero amor sobre bases de injusticia, de violencias, de intrigas” (ibid). La conclusión de su argumentación es impresionante:

“Somos una Iglesia peregrina, expuesta a la incomprensión, a la persecución; pero, una Iglesia que camina serena porque lleva esa fuerza del amor” (ibid).

21. La misma línea de pensamiento, nítidamente definido por el criterio de Pablo VI, de que “la violencia no es cristiana ni evangélica”, recorre su emotiva homilía durante la misa exequial del Padre Alfonso Navarro, quien fue asesinado en mayo de 1977 por la Unión Guerrera Blanca minutos después de haberse reunido con su arzobispo en el Seminario San José de la Montaña. Con la belleza cautivadora que tenían sus comparaciones decía que el sacerdote es como un beduino que conoce el desierto como la palma de sus manos y nos dice, señalando con el dedo de su mano, por dónde debemos caminar: “No por los espejismos del odio, no por esa filosofía del diente por diente y ojo por ojo, que eso es criminal: sino, por esta otra: ‘Amaos los unos a los otros’” (Hom. En los funerales del P. Navarro) “El mundo nuevo no se va a construir por los caminos del pecado, de la violencia; se va a construir por los caminos del amor… Por el amor los ideales nunca se marchitan. Y cuando el ideal supremo es el amor, entonces este ideal hace surgir la vida de la misma muerte” (ibid)-

22. Podemos sintetizar el mensaje de ambas homilías pronunciadas en momentos de profundo dolor, ante el cuerpo sin vida de dos de sus sacerdotes, con estas reflexiones que él formulóen la Eucaristía exequial por el Padre Grande y sus compañeros:

“Creo en Dios Padre revelado por Cristo su Hijo, que nos ama y que nos invita a amar” . Y añadía: “creo en una iglesia que es signo de esa presencia del amor de Dios en el mundo”. Desde esa iluminación desde la fe, continuaba diciendo el pastor, “somos capaces de distinguir cualquier liberación de tipo político, económico, terrenal que no pasa más allá de ideologías”. Para concluirá más adelante afirmando uePocas frases más adelante que el fruto más inmediato de esta liberación de la fe inspirada del amor, es “el arrepentimiento del pecado”.

Pero la fe no es auténtica si no lleva a la conversión. Así lo explica el 19 de junio de ese mismo año 1977, al entrar al templo de Aguilares, donde la Eucaristía ha sido profanada por los soldados que han convertido el lugar sagrado en un cuartel: “Seamos firmes, sí, en defender nuestros derechos, pero con un gran amor en el corazón porque al defenderlos así, con amor, estamos buscando también la conversión de los pecadores”. Y ponía como modelo al Corazón de Jesucristo: “Como el Corazón de Cristo, ama, aun cuando defiende sus derechos con amor, que es la fuerza de nuestra Iglesia”.

23. Damos un paso más en nuestro conocimiento del pensamiento profundo del beato Romero, quien uneamor con justicia: “Una motivación de amor, hermanos, debe movernos en estos instantes. Aquí no debe palpitar ningún sentimiento de venganza, aquí no grita revanchismo, son los intereses de Dios que nos manda amarlo sobre todas las cosas y nos manda amar a los otros como a nosotros mismos. Y es cierto que hemos pedido a las autoridades de la justicia en el país porque en la motivación del amor no puede estar ausente la justicia”. De hecho, al final de esa emotiva Eucaristía, ante más de cien sacerdotes, se leyó un comunicado en el que Monseñor Romero exigía que se investigara este nefando crimen y advertía que “la Iglesia no participará en ningún acto oficial” mientras no se busque la verdad de este hecho inaceptable.

24. Cuando Monseñor Romero ocupaba la cátedra sagrada, con frecuencia desconcertaba a sus oyentes. Así fue en esta ocasión, cuando hizo este vehemente llamado: “Hermanos salvadoreños, cuando en estas encrucijadas de la patria parece que no hay solución y se quiere buscar medios de violencias, yo les digo, hermanos, bendito sea Dios que en la muerte del padre Grande la Iglesia está diciendo: sí, hay solución. La solución es el amor”.

De los múltiples textos que tratan sobre el tema del amor y la violencia, les invitamos a meditar el que encontramos en la homilía del 4 de noviembre de 1979: “Muchos creen que este llamamiento del amor es ineficaz, es insuficiente, es débil; y esto es tan real que algunos periodistas que me entrevistan me preguntan mucho esto: ‘y usted que predica el amor ¿cree que el amor puede resolver esto? ¿No cree que no hay más camino que la violencia, si en la historia sólo la violencia es la que ha logrado los cambios?’ Yo les respondo: Si, de hecho ha sido así, es un hecho que prueba que el hombre no ha usado todavía la fuerza que lo caracteriza. El hombre no se caracteriza por la fuerza bruta, no es animal. El hombre se caracteriza por la razón y por el amor”.

Adhirió plenamente a la doctrina de Puebla

25. La reflexión más sistemática y estimulante de la exhortación postsinodal “Evangelii Nuntiandi” es, sin duda, la que recoge las reflexiones de los obispos latinoamericanos reunidos en Puebla a principios de1979. Allí estaba Monseñor Romero, quien al final pudo decir lleno de júbilo: “Puebla ha confirmado mi doctrina”. Muchos recuerdan con qué emtusiasmo fue recibido, al bajar del avión que le traía de México, y cuando llegó a la catedral. Así lo describe en su Diario: “La catedral estaba ya repleta y cuando se dieron cuenta de mi arribo, estalló un sonoro aplauso y vivas que fue creciendo”. Luego resume su primer mensaje a su diócesis después de una larga ausencia: “En mi homilía me referí al tema de Puebla en estos tres puntos: primero, cómo yo fui en Puebla el representante de una diócesis en oración, y les inculqué mucho, así comoles agradecía la oración que yo sentía tan fuerte, que siguieran orando para que esto fuera la mayor fuerza de nuestra diócesis: la oración. El segundo pensamiento es que yo en Puebla llevaba el testimoio de una diócesis en una línea de pastoral muy de acuerdo con lo quese escuchó en Puebla y me referí a los numerosos testimonios de la vida de la arquidiócesis que yo tuve tan presentes en la reunión de Puebla Y me alegré de lo que pude contar en Puebla del testimonio vivido en mi arquidiócesis. Y el tercer pensamiento, lo que yo traigo de Puebla para la arquidiócesis: la experiencia, la riqueza, la amistad de numerosos pastores y diócesis del continente y del mundo” (Su Diario, 16 de febrero de 1979).

26. Concluimos esta visión de Puebla tal como la ha interiorizado el beato Oscar Romero, citando su homilía del 6 de agosto de 1979. En ella expuso claramente lo que la Iglesia puede ofrecer al proceso de liberación de nuestro pueblo:

“Lo primero que ofrece la Iglesia es, naturalmente, evangelizar.”

“Segunda colaboración de la Iglesia es mantener su identidad de Iglesia. Queridas comunidades aquí presentes y todas las que están reflexionando a través de la radio: esta debe ser nuestra mayor preocupación al reflexionar el

Evangelio, ser la Iglesia que Cristo quiere, no hacer otras cosas que las que la Iglesia tiene que hacer, y la tranquilidad de no meternos en campos ajenos sino para iluminarlos con la luz y la identidad propia de nuestra Iglesia”

“La tercera contribución que la Iglesia ofrece, y ya se está dando aquí entre nosotros, es la denuncia profética de todo lo que es pecado. Denuncia, no por fanfarronería, no por quedar bien demagógicamente; denuncia como la Iglesia quiere, llamado a la conversión. La Iglesia denuncia el pecado para arrancarlo del mundo, convirtiendo a los pecadores”

“Otra gran contribución de la Iglesia es señalar que el único camino de salida es, precisamente, esa conversión de los hombres. Y aunque esto parezca idealismo, utopía ¿cuándo se van a convertir todos los pecadores?, la Iglesia lo proclamará siempre”.

27. Para valorar en su justa dimensión el mensaje de esta homilía hay que tener en cuenta que en ella Monseñor Romero está presentando a su comunidad arquidiocesana la cuarta carta pastoral “Misión de la Iglesia en medio de la crisis del país”, que es una aplicación de la doctrina de Puebla a nuestra realidad:

“Cuando titulo mi carta pastoral así: la línea pastoral de Puebla realizándose en nuestra arquidiócesis, la trato dedefinir así porque no es más que la línea del Vaticano II y de Medellín, que ya nuestro querido antecesor monseñor Chávez con la ayuda de Monseñor Rivera y de este clero que quiere estar al día en las líneas de la iglesia, trataron de meter ya en la vida de nuestra pastoral. Yo no he hecho más que recibir una herencia y amarla y tratarla de acrecentar entre nosotros”

“Primero, actitud de búsqueda. Hay cambios, hay necesidad de nuevos lenguajes, de nuevas actitudes. Y esto es lo que quiere la nueva línea de la arquidiócesis, actitud de búsqueda”

“Segundo. Opción preferencial por los pobres. Conocer los mecanismos que engendran la pobreza, luchar por un mundo más justo, apoyar a los obreros y campesinos en sus reivindicaciones y en su derecho de organización, estar muy cerca de la gente”

“Tercero, unidos en una pastoral de conjunto. Aquí distinguimos el espíritu apostólico de lo que es pastoral, como se podría comparar un río con la canalización de ese río. En todos los movimientos de nuestra arquidiócesis hay mucho espíritu apostólico, pero no en todos hay sentido pastoral. Dejémonos conducir por una organización pastoral que se llama la pastoral de conjunto. Que ninguna comunidad se sienta aislada o superior a otras, sino que todos sintamos que somos una sola obra de Dios en medio del pueblo”

“Y finalmente, tengo la satisfacción de ofrecerles la idea de crear en la arquidiócesis, de intensificar una pastoral de adaptación, principalmente en estas tres líneas: una pastoral masiva, en el sentido urbano, donde hay problemas muy distintos de las zonas rurales. Segundo, las comunidades eclesiales de base. Los pequeños grupos donde, el Papa lo dice, el Evangelio se hace más amistad, más amigo, más sencillo, más íntimo. Y finalmente, tercero, una pastoral de acompañamiento. Ya urge, porque son muchos los cristianos que dicen que tienen que optar por una situación política, por una organización, y muchas veces por eso pierden la fe. La Iglesia no puede abandonar al cristiano que, llevado de la sinceridad de su Evangelio, quiere ir a optar en un partido político, en una organización política, y tenemos que seguirlo, pero desde la línea de la iglesia, con una pastoral de seguimiento, para que ese hombre cristiano se sienta que, donde quiera que va, lleva el germen del verbo, la semilla de la salvación, la luz del Evangelio”.

28. Amor, justicia; falta una tercera palabra: paz. De ella habla en la homilía del 3 de julio de 1977: “No basta la justicia, es necesario el amor” “Me da gusto constatar” –decía entonces el Beato– “que todas las personas que han seguido el pensamiento de esta hora de la Iglesia jamás han oído una palabra de violencia de mis labios” Luego enfatizaba, incluso con un tono de voz más elevado, lo siguiente: “La fuerza del cristiano es el amor”. Y sacaba una consecuencia: “Mientrasno lleguemos a esta fortaleza del amor, no podemos ser los verdaderos pacificadores”.

Pero la paz es negada cuando las estructuras sociales son injustas, cuando, como enseña Medellín, son “estructuras de pecado”. Leemos en su homilía del 13 de enero de ese año: “Pero hay otra cosa muy importante que como cristianos tenemos que comentar, y es que sí tenemos que condenar esta estructura de pecado en que vivimos Los culpables son precisamente los que mantienen esas estructuras de injusticia social, que hacen perder la esperanza de que se puedan arreglar de otro modo más que con la violencia”

PARTE TERCERA

El pastor que ilumina el compromiso social del cristiano

29. Uno de los temas de debate más candentes sobre Monseñor Romero es el de su conversión. Al respecto existen dos tesis: la de Monseñor Rivera, Monseñor Ricardo Urioste y muchos más, quienes afirma que Monseñor Romero vivió en permanente conversión; y la de quienes hablan de una conversión al estilo de la San Pablo, provocada por el asesinato del Padre Rutilio Grande. El mismo arzobispo mártir dejó en claro quién tiene razón. Lo hizo, por ejemplo, cuando un periodista suizo le preguntó: “Monseñor, dicen que usted se ha convertido”. Y él respondió textualmente: “Yo no diría que es una conversión sino una evolución”. Y luego explicó cuál fue su proceso interior: mientras era pastor en San Miguel o en Santiago de María, veía la realidad desde la periferia. Pero cuando llegó a la sede de San Salvador, centro del poder político, económico y militar, descubrió en forma brutal lo que significa la injusticia estructural de la que hablan los documentos de Medellín.

Desde entonces, basándose en la palabra de Dios y en la enseñanza social de la Iglesia clamó con fuerte voz pidiendo la conversión no sólo personal sino también social. Abundan los textos que confirman esta manera de entender las cosas. En una palabra, Monseñor Romero siempre estuvo abierto a la voluntad de Dios, fue siempre dócil a las inspiraciones del Espíritu Santo y por eso ha merecido la gloria de los altares.

30. Cuando San Juan Pablo II nos visitó por segunda vez quiso orar de nuevo junto a la tumba de nuestro pastor, pero antes de ese momento de oración profunda se dirigió a la juventud que le aclamaba en la Plaza Cívica. El Santo Padre habló de Monseñor Luis Chávez y González, de Monseñor Arturo Rivera Damas y de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, calificándolos como “las tres columnas que sostienen la Iglesia arquidiocesana”. Y al referirse al futuro beato, dejó a un lado su discurso para exclamar en forma espontánea: “Y me alegro de que su memoria permanezca viva entre ustedes”.

31. Es altamente simbólico que la beatificación se realice junto al monumento al Divino Salvador del Mundo, que fue construido en 1942 para conmemorar el primer centenario de la erección de la primera diócesis de El Salvador. La silueta del titular de nuestra república se ha convertido en el símbolo del país. Allídeseamos reafirmar nuestro compromiso de llevar adelante la misión evangelizadora de la Iglesia que quiere salir a las periferias geográficas y existenciales como lo proclama sin descanso el Papa Francisco. Pero no podemos ponernos de nuevo en camino sin saber quiénes somos y de dónde venimos; y, sobre todo, sin tener claro quién es Monseñor Romero. Hagamos, pues, un ejercicio de memoria.

32. Cuando manos sacrílegas segaron la vida de Monseñor Romero, los Obispos de El Salvador elevaron indignados su voz para protestar por tan grave magnicidio que hería profundamente el corazón de la Iglesia.

Al día siguiente, denunciaban tan vil asesinato con estas palabras: “Desde que Monseñor Romero llegó a la Sede Metropolitana como cuarto Arzobispo de San Salvador, fiel a su lema de decir la verdad para construir la paz fundamentada en la justicia, anunció incansablemente el mensaje de Salvación y denunció con vigor implacable la situación de injusticia institucionalizada y los abusos en contra de los derechos humanos y de la dignidad inalienable del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios. Esto le mereció el aprecio de propios y extraños, pero también suscitó la aversión de los que se sentían incómodos por la fuerza de su palabra evangélica y de su testimonio”

A renglón seguido los obispos afirmaban:

“La Conferencia Episcopal condena enérgicamente el asesinato del Pastor de la Arquidiócesis de San Salvador, condena también la violencia como medio para impedir o para apoyar las reformas necesarias para el país. Espera que la muerte del Excelentísimo Señor Arzobispo Metropolitano al inicio de la Semana de Pasión, contribuya eficazmente a la conversión y reconciliación de las familia salvadoreña; conversión que debe favorecer las justas aspiraciones por una convivencia más justa y más fraterna” (Pronunciamiento del 25-03-80)

33. Siete años más tarde, en su Tercera Exhortación Pastoral, de fecha 19 de abril de 1987, Monseñor Arturo Rivera Damas, se expresaba así: “El paso de Monseñor Romero por la sede metropolitana (22 febrero 1977 – 24 marzo 1980), aunque fecundo y en circunstancias difíciles, fue breve ( ). El Magisterio de Monseñor Romero está contenido en Cuatro Cartas Pastorales, en sus homilías, especialmente las dominicales y en numerosas entrevistas. A la profundidad de la doctrina y don de descifrar los signos de los tiempos, unió su denuncia clara y muchas veces detallada de los abusos de la autoridad, la cual reprimió en forma brutal, tanto las manifestaciones reivindicativas de las organizaciones populares, como las provocativas lideradas por la cúpula marxista”.

“El testimonio y servicio más grande de Monseñor Romero fue su muerte martirial, precedida y seguida por la muerte violenta de varios sacerdotes, religiosas y catequistas. En alguna ocasión el Papa Juan Pablo II expresó que Monseñor Romero no necesita mayores procesos y milagros para ser declarado beato, sino que se evite la manipulación política de su memoria” Comentaba allí mismo Monseñor Rivera Damas: “Creo que esto no será fácil por el momento; pero esa debe ser la meta a que tiendan nuestros esfuerzos, ya que se exalta mucho la memoria de Monseñor Romero como figura política, pero poco como Pastor coherente con su misión”. Permítannos expresar públicamente nuestro reconocimiento a Monseñor Rivera, quien no sólo conservó celosamente la herencia de Monseñor Romero sino que luchó tenazmente para que no se manipulara políticamente su figura. Fue una lucha difícil, pero poco a poco se vieron los frutos.

34. Cuando se inició el proceso de canonización de Monseñor Romero las autoridades romanas encargadas de su caso preguntaron a los postuladores por qué mataron a Monseñor Romero y en qué contexto ejerció su ministerio pastoral. Ahora ya tenemos la respuesta, emanada de la más alta autoridad de la Iglesia: lo mataron “por odio a la fe”. Lo mataron porque tomó en serio la enseñanza de Jesús, su pasión por el reino y su compasión por el pueblo. Lo mataron porque hizo suyas las enseñanzas del Concilio Vaticano II que nos manda hacer nuestras “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las alegrías” de cada ser humano y de cada comunidad. Lo mataron por vivir hasta las últimas consecuencias la convicción que repetía sin cesar: “Nada me importa como la vida humana”. Lo mataron por “ser voz de los que no tienen voz”.

Y en cuanto al contexto, sabemos que estaba marcado por el conflicto este-oeste, ya que en territorio centroamericano se libraba la batalla entre dos bloques ideológicos opuestos. Lo dijo muy bien San Juan Pablo II cuando, el 1 de octubre de 1984, apoyó desde la Plaza de San Pedro, a la hora del ángelus, el proceso de diálogo que se iniciaba en la ciudad de La Palma entre los grupos alzados en armas y el gobierno salvadoreño. Citando palabras de Monseñor Rivera, el Santo Padre afirmó: “Las armas vienen del exterior, pero los muertos son todos salvadoreños”.

La Iglesia, Cuerpo der Cristo en la historia

35. Al leer el Diario de Monseñor Romero, encontramos muchas alusiones al proceso de preparación de su segunda carta pastoral, que fue publicada el 6 de agosto de l977 con el título “La Iglesia, cuerpo de Cristo en la historia”. La intención de la misma es tratar explicar por qué la Iglesia, desde que Monseñor Romero empuñó el timón de la Iglesiaparticular de San Salvador, ha tomado posición en la compleja realidad de la vida nacional: “Porque los acontecimientos que se han sucedido en el país antes y después de aquella Pascua inolvidable y la intensa vida eclesial que, en nuestra arquidiócesis, ha acompañado a estos acontecimientos, exigen una razón de nuestras actuaciones. Y nada me parece más propicio para ello, que esta nueva presencia luminosa y litúrgica del Divino Salvador para confrontar con sus designios divinos de salvación, el camino por donde juntos hemos marchado como pueblo de Dios”. En otras palabras, el pastor escribe esta carta para defenderse de múltiples ataques, muchos de ellos realmente venenosos.

36. Por tratarse de un documento prácticamente desconocido, vamos a recoger algunas de sus afirmaciones centrales, las cuales explican con claridad meridiana el pensamiento pastoral de Monseñor con relación a la compleja realidad salvadoreña.

¿Por qué Monseñor Romero escribe esta carta pastoral?: “He creído un deber de mi magisterio episcopal dirigirme a todos los queridos hijos de nuestra Iglesia y también a otros cristianos hermanos nuestros y a todos los salvadoreños que buscan y esperan una palabra razonable que ilumine, desde nuestra fe y desde nuestra esperanza cristiana, lo que realmente está pasando. Sí. Es la palabra de nuestra fe. Por tanto, no pretendo suplantar al necesarioesfuerzo de la razón humana en buscar soluciones concretas y viables a nuestros graves problemas. Pero con la luz de la fe estoy seguro de ofrecer la contribución que la Iglesia tiene que aportar para purificar y fortalecer esos esfuerzos razonables porque los libera de torcidos intereses y les garantiza la complacencia de Dios” (2ª Carta pastoral, Introducción).

Se trata, de una palabra de esperanza:

“Es también la palabra de nuestra esperanza. No puede ser otra la palabra de la Iglesia, porque es la palabra de la Buena Nueva, del Evangelio, de la liberación que, por medio de la Iglesia, sigue anunciando Jesús a los hombres. Y no es una esperanza ingenua la que proclama la Iglesia, porque va acompañada por la sangre de sus sacerdotes y sus campesinos: sangre y dolor que denuncian la existencia de dificultades objetivas y de malas voluntades que se oponen a su realización, pero sangre que también es expresión de voluntad de martirio y que, por tanto, es la mejor razón y testimonio de una esperanza que, desde Cristo, la Iglesia ofrece con toda seguridad al mundo” (2ª CP Int.)

Pero es también una palabra profética que denuncia el pecado:

“El pensamiento actual de la iglesia siempre es severo con la gravedad del pecado individual; pero la iglesia de hoy acentúa más que antes la gravedad del pecado por sus

consecuencia sociales. La malicia del pecado interior cristaliza en la malicia de las situaciones externas e históricas el pecado social, es decir, la cristalización de los egoísmos individuales en estructuras permanentes que mantienen ese pecado y dejan sentir su poder sobre las grandes mayorías” (2ª CP. I) Es, ante todo, una palabra que nace de la opción por los pobres:

“San Lucas nos presenta en el discurso programático de Jesús, la profecía de Isaías que se cumplía en Cristo: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del señor” (Lc 4, 18-19) Esta preferencia de Jesús hacia los pobres recorre todo el Evangelio. La opción por los pobres y las denuncias de pecados públicos le ocasionaron a Jesús frecuentes polémicas, incluso la persecución, y por ello fue condenado y ajusticiado” (2ª CP.II)

Es una palabra que no excluye a nadie:

37. “En cuanto a la opción preferencial por los pobres, no significa esto un rechazo de las demás clases sociales, a las cuales también la Iglesia quiere servir e iluminar y a las cuales también exige su cooperación a la construcción del Reino. Preferencia a los pobres, significa la preferencia de Jesús hacia aquellos que han sido más objeto de los intereses de los hombres que sujetos de su propio destino” (2ª CP II)

Es una palabra de una Iglesia encarnada en la historia:

“Sólo realizando así su misión, la Iglesia realiza su propio misterio de ser el Cuerpo de Cristo en la historia. Sólo viviendo así su misión, con el mismo espíritu con que lo viviría Cristo en este tiempo y en este país, puede mantener su fe y darle el sentido trascendente a su mensaje, sin reducirlo a meras ideologías ni dejar que manipulen el egoísmo humano o el falso tradicionalismo” (2ª CP II)

A manera de conclusión

Concluimos nuestra reflexión agradeciendo la acogida tan entusiasta que ha tenido el acontecimiento que nos reunirá en torno al altar el 23 de mayo.

Y compartimos la opinión generalizada de que esta gracia extraordinaria de poder contar con el primer beato salvadoreño debe marcar un antes y un después.

Que seamos dignos de la gracia recibida y que nos pongamos de nuevo en marcha hacia un país diferente, del país que Dios quiere y el país por cuya transformación Monseñor Romero entregó su vida.

Les bendecimos en el nombre de Jesucristo, elSalvador del Mundo.

Y que María, nuestra Señora de la Paz, sostenga nuestra esperanza.

(Siguen las firmas).

ANEXO

ORIENTACIONES SOBRE EL CULTO AL BEATO ÓSCAR ROMERO

01. De acuerdo a la Carta Apostólica que el Santo Padre el Papa Francisco nos ha hecho llegar, debemos dar culto al beato Óscar Arnulfo Romero el 24 de marzo, día en que nació para el cielo, en los lugares y de acuerdo a los modos establecidos por el derecho”

02. De acuerdo a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en el capítulo VI, que trata sobre la veneración a los santos y beatos, en el número 211, establece que “La doctrina de la Iglesia y su Liturgia proponen a los Santos y Beatos, que contemplan ya “claramente a Dios Uno y Trino” como:

-testigos históricos de la vocación universal a la santidad; ellos, fruto eminente de la redención de Cristo, son prueba y testimonio de que Dios, en todos los tiempos y de todos los pueblos, en las más variadas condiciones socio-culturales y en los diversos estados de vida, llama a sus hijos a alcanzar la plenitud de la madurez en Cristo (cfr. Ef 4,13; Col 1,28);

– discípulos insignes del Señor y, por tanto, modelos de vida evangélica; en los procesos de canonización la Iglesia reconoce la heroicidad de sus virtudes y consiguientemente los propone como modelos a imitar;

-ciudadanos de la Jerusalén del cielo, que cantan sin cesar la gloria y la misericordia de Dios; en ellos ya se ha cumplido el paso pascual de este mundo al Padre;

-intercesores y amigos de los fieles todavía peregrinos en la tierra, porque los Santos, aunque participan de la bienaventuranza de Dios, conocen los afanes de sus hermanos y hermanas y acompañan su camino con la oración y protección;

03. El mismo documento establece en el número 226, que el influjo recíproco entre Liturgia y piedad popular resulta particularmente intenso en las manifestaciones de culto tributadas a los Santos y a los Beatos. Por lo tanto, parece oportuno recordar, de manera sintética, las principales formas de veneración que la Iglesia rinde a los Santos en la Liturgia: estas deben iluminar y guiar la piedad popular.

04. En el numeral 227, el citado Documento establece que la celebración de una fiesta en honor de un Santo – a los Beatos se les aplica, servatis servandis,lo que se dice de los Santos – es sin duda una expresión eminente del culto que les tributa la comunidad eclesial: conlleva, en muchos casos, la celebración de la Eucaristía. La fijación del “día de la fiesta” es un hecho cultual relevante, a veces complejo, porque concurren factores históricos, litúrgicos y culturales, no siempre fáciles de armonizar.

05. Interesantes recomendaciones nos da el citado documento para la celebración litúrgica de los santos y beatos en los numerales 229 y siguientes. En este citado numeral nos dice que es necesario instruir a los fieles sobre la relación entre las fiestas de los Santos y la celebración del misterio de Cristo. Las fiestas de los Santos, reconducidas a su razón de ser más profunda, iluminan realizaciones concretas del designio salvífico de Dios y “proclaman las maravillas de Cristo en sus servidores”; las fiestas de los miembros, los Santos, son en definitiva fiestas de la Cabeza, Cristo;

Nos dice además que es conveniente que los fieles se acostumbren a discernir el valor y el significado de las fiestas de los Santos y Santas que han tenido una misión especial en la historia de la salvación y una relación peculiar con el Señor Jesús. Es además oportuno exhortar a los fieles a que prefieran las fiestas de los santos que han tenido una misión de gracia respecto a la Iglesia particular, como los Patronos o los que han anunciado por primera vez la Buena Nueva a la antigua comunidad;

06. El mismo documento de la Congregación para el culto de los santos y beatos, nos habla del día de la fiesta, en el numeral 230., en estos términos. El día de la fiesta del Santo tiene una gran importancia, tanto desde el punto de vista de la Liturgia como de la piedad popular. En un breve e idéntico espacio de tiempo, concurren numerosas expresiones cultuales, tanto litúrgicas como populares, no sin riesgo de conflicto, para configurar el “día del Santo”.

Los eventuales conflictos se deben resolver a la luz de las normas del Misal Romano y del Calendario Romano General, en lo referente al grado de la celebración del Santo o del Beato, establecido según su relación con la comunidad cristiana (Patrono principal del lugar, Título de la iglesia, Fundador de una familia religiosa o su Patrono principal); también sobre las condiciones que se han de respetar, en el caso de un eventual traslado de la fiesta al domingo, y sobre la celebración de las fiestas de los Santos en tiempos determinados del Año litúrgico.

Estas normas se deben observar no sólo como una forma de respeto a la autoridad litúrgica de la Sede Apostólica, sino sobre todo como expresión de respeto

al misterio de Cristo y de coherencia con el espíritu de la Liturgia. En particular es necesario evitar que las razones que han determinado el traslado de las fechas de algunas fiestas de Santos y Beatos – por ejemplo, de la Cuaresma al Tiempo ordinario -, se relativicen en la praxis pastoral: celebrar en el ámbito litúrgico la fiesta de un Santo según la nueva fecha y continuar celebrándola según la fecha anterior en el ámbito de la piedad popular, no sólo atenta contra la armonía entre Liturgia y piedad popular, sino que da lugar a una duplicidad que produce confusión y desorientación.

07. Por fin, en el numeral 231, el Documento de la Congregación romana nos dice que es necesario que la fiesta del Santo se prepare y se celebre con atención y cuidado, desde el punto de vista litúrgico y pastoral. Esto conlleva, ante todo, una presentación correcta de la finalidad pastoral del culto a los Santos, es decir, la glorificación de Dios, “admirable en sus Santos”, y el compromiso de llevar una vida conforme a la enseñanza y ejemplo de Cristo, de cuyo cuerpo místico los Santos son miembros eminentes.

Es preciso, también, que se presente correctamente la figura del Santo. Según la tendencia de nuestra época, esta presentación no se detendrá tanto en los elementos legendarios, que quizá envuelven la vida del Santo, ni en su poder taumatúrgico, cuanto en el

valor de su personalidad cristiana, en la grandeza de su santidad, en la eficacia de su testimonio evangélico, en el carisma personal con el que enriqueció la vida de la Iglesia.

08. En el numeral 232, el citado Documento dice que el “día del Santo” tiene un gran valor antropológico: es día de fiesta. Y la fiesta, como es sabido, responde a una necesidad vital del hombre, hunde sus raíces en la aspiración a la trascendencia. A través de las manifestaciones de alegría y de júbilo, la fiesta es una afirmación del valor de la vida y de la creación. En cuanto interrumpe la monotonía de lo cotidiano, de las formas convencionales, del sometimiento a la necesidad de ganancia, la fiesta es expresión de libertad integral, de tensión hacia la felicidad plena, de exaltación de la pura gratuidad. En cuanto testimonio cultural, destaca el genio peculiar de un pueblo, sus valores característicos, las expresiones más auténticas de su folclore. En cuanto momento de socialización, la fiesta es una ocasión de acrecentar las relaciones familiares y de abrirse a nuevas relaciones comunitarias.

09. Habida cuenta de las normas y recomendaciones que nos hace la Congregación para el culto de los santos y beatos, decidimos que para el culto del Beato Oscar Arnulfo Romero se observen las siguientes recomendaciones:

(1). Celebrar solemnemente la Fiesta del Beato Oscar Romero celebrada en todo nuestro país, el día 24 de marzo.

(2). Promover el conocimiento de su persona y su doctrina.

(3). Promover la imitación de sus virtudes.

(4). Invocar constantemente su intercesión.

(5). Pedir a Dios la gracia de su pronta canonización.

Oración para pedir un favor por intercesión delBeato Oscar Romero

Dios Padre Misericordioso que, por mediación de Jesucristo,

la intercesión de la Virgen María, Reina de la Paz

y la acción del Espíritu Santo, concediste al Beato Óscar Romero

la gracia de ser Pastor ejemplar al servicio de la Iglesia

y, en ella, de manera especial, de los pobres y los necesitados.

Haz, Señor, que yo sepa también vivir conforme al Evangelio de tu Hijo

y concédeme, por intercesión del beato Óscar Romero, el favor que te pido. Así sea.

y dígnate glorificar tu Beato Oscar Romero

y concédeme por su intercesión, el favor que te pido .

Amén.

Padre Nuestro, Ave María, y Gloria

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